Esta es la historia de una familia húngara que decidió sacar a la luz una convicción que guardaban como un secreto bajo siete llaves: “Los talentos no nacen; se hacen”.
Laszlo y Klara Polgar, papá pedagogo y mamá docente, adoptaron hace 30 años en Budapest un método de trabajo para sus tres hijas mujeres, Susan -la mayor-, Sofía y Judit. Ninguna de ellas concurrirían al colegio, a cambio recibirían clases en su domicilio y además, el currículum escolar llevaría el agregado de una materia: El ajedrez. Eso sí, las niñas sólo podrían aprender y practicar el milenario juego con rivales varones, no con otras mujeres.
El ensayo demandó un trabajo de más de 5 años; al finalizar la primera señal de éxito fue que las niñas habían aprobado todas sus materias libres en la escuela. Tiempo después se conoció que este ensayo también serviría para demostrar la deficiencia de la educación húngara en tiempos en los que no era sencillo protestar o señalar los errores de aquel antiguo régimen comunista.
Pero más allá de aquella primera alegría, los Polgar tuvieron más motivos para festejar: CuandoSusan Polgar participó en la alta competencia del ajedrez y se enfrentó ante damas, las derrotó a todas y se convirtió rápidamente en la campeona mundial femenina. En 1984, a los 15 años era la mejor ajedrecista del ranking femenino; en 1991 logró el título de gran maestro (entre los hombres) y en 1996, a los 27 derrotó a la china Xie Jun y logró el título mundial. Más tarde obtuvo el mundial de ajedrez blitz (partidas a 5 minutos) y rápido (a 25 minutos para cada competidor).
Sofía, no tuvo tanta trascendencia en el juego, como su hermana mayor (Susan) o menor (Judit), pero en 1989, en la ciudad de Roma se adjudicó el fuerte torneo abierto superando en la tabla a varios grandes maestros, entre ellos algunos soviéticos. Su puntuación 8,5 sobre 9 posibles fue todo un record superando actuaciones de Karpov y Kasparov de aquellos años.
En tanto la menor, Judit, no se interesó por enfrentarse con su hermana mayor para disputarle el mundial de mujeres, por el contrario sólo decidió rivalizar con los varones. A comienzos del tercer milenio, Judit se ubicó entre los 10 mejores jugadores masculinos del ranking mundial. Toda una hazaña jamás igualada por ninguna mujer en los más de 20 siglos de historia de este juego.
Tiempo después de este “experimento familiar”, papá Laszlo, publicó su fórmula en la obra –con diversas traducciones- “Criar talentos”, ó, “Educa genios”. Los ejemplares se vendieron “como pan caliente” de a miles y en varios idiomas, con varias ediciones en húngaro y también en inglés.
“No, no creo que repita la experiencia con mi hijo, Oliver”, señaló Judit Polgar en un reportaje a La Nación en su visita a la Argentina, en 2005. Y agregó, “aquello fue muy importante en los años ochenta para demostrar las falencias del régimen que gobernaba a mi país. Hoy las cosas son diferentes y mis hijos también tienen gustos diferentes a los míos”, completó.
En la olimpíada de ajedrez en Estambul (septiembre 2012) tuve la oportunidad de reunirme con las tres Polgar. No es habitual verlas juntas, cada una lleva su vida familiar con su pareja e hijos en diferentes ciudades del planeta y a veces, una vez por año, coinciden en la visita a su padres. Susan vive en Estados Unidos, Sofía, en Israel, y Judit en Hungría.
El caso de las hermanitas Polgar, acaso, ha sido uno de los que más trascendencia mediática tuvo en el mundo de los escaques y los trebejos, pero seguramente son muchas más las historias escritas sobre este tema en las diferentes actividades y disciplinas deportivas.
Por todo esto el interrogante seguirá abierto. ¿El talento nace o se hace?.
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