jueves, 18 de abril de 2013


Kasparov: el síndrome del excampeón

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Kasparov: el síndrome del excampeón


Kasparov, que cumplió 50 años el pasado día 13, se le nota con ganas de volver a la arena. Fue insólito que dejara el ajedrez cuando todavía era el número uno (como Fischer) y estaba claro que tarde o temprano sentiría morriña, sobre todo porque su carrera política parece en zugzwang. Ahora se ha ofrecido para ayudar a Carlsen, que intentará derrocar en noviembre al campeón del mundo,Vishy Anand. No todos han aplaudido la jugada del excampeón, para algunos no demasiado elegante.
Garry Kasparov es para muchos el mejor jugador de la historia (el interminable debate fue tratado en esta entrada). Su calidad como ajedrecista está fuera de cualquier discusión, pero su comportamiento humano no siempre ha estado a la misma altura. Como este no es un texto pensado para atacar al gran maestro ruso, me abstendré de hacer un compendio de sus pequeños tropiezos.
Quizá los excampeones sufran el mismo síndrome que los expresidentes de gobierno. Es la condición humana. También puede que Kasparov sufra ya la crisis de los cincuenta, pero lo suyo parece otra cosa. Antes del mundial entreGelfand y Anand, Kasparov se ofreció como ayudante al bielorruso, que declinó la oferta con una altura ética inusual. El bueno de Boris consideraba que, puesto que Kasparov ya había trabajado como segundo de Anand, estaría feo aprovecharse de los conocimientos adquiridos por Garry en aquella época.
GrandPrixLondon2012-R1--20 Gelfand
Boris Gelfand, todo un caballero, en el Grand Prix de Londres de 2012
Lo que parece fuera de toda duda es que Kasparov tiene alguna deuda pendiente con Anand. Tampoco es su primer «alumno» con el que acaba medio peleado. ConNakamura las cosas se torcieron porque su carácter no encajaba con la disciplina soviética. La puntilla fue el día que el estadounidense dejar de entrenar porque quería jugar al póquer a Las Vegas.
Con Carlsen, a quien ya entrenó durante un tiempo, casi siempre en secreto, las cosas tampoco terminaron bien. Por algo los grandes campeones de ajedrez nunca tienen hijos que superen a sus progenitores. La relación puede ser insoportable.

¿Necesita Carlsen a Kasparov?

Por otro lado, ¿qué puede aportar Kasparov a un jugador como Carlsen? El noruego ha superado el récord de Elo del ruso y amenaza con convertirse en el mejor jugador de la historia, con o sin su ayuda. Si gana a Anand con Garry de segundo, el mérito estará demasiado repartido.
No creo que el aspirante cometa el error de creer que el mundial será un paseo militar. En el torneo de Candidatos, en el que era claro favorito, ganó de milagroy porque el sistema de desempate le favoreció. No era un sistema injusto, ni mucho menos, pero habría sido bonito ver un duelo final con Kramnik, otro «viejo» gladiador que le salió respondón. Contra el indio podría incluso tener que jugar en territorio enemigo, un factor más importante de lo que parece, aunque aquí no hay tableros rápidos o casillas de tierra batida con los que preparar una encerrona.
Carlsen Anand
Anand observa con desconfianza a un Carlsen que parece mejor cada día que pasa
Kasparov le podría enseñar unas cuantas cosas sobre duelos a varias partidas por el título mundial, un terreno desconocido para Carlsen. Por este lado, su rival le supera ampliamente en experiencia. Por otro, Magnus ha demostrado que, porque no lo necesita o porque no le da la gana, no tiene el conocimiento de las aperturas que se le supone a un campeón. Le ocurre como a Rafa Nadal con el saque. Pese a todo, ambos se las arreglan para ganar a quien haga falta, lo que no quiere decir que no deban trabajar esa faceta de su juego. En eso Garry era el número uno y su «librillo» es en teoría su gran tesoro.
La pelota está en el tejado de Carlsen. Yo creo que no la va a recoger, pero ya veremos. Entretanto, Kasparov necesita un caballo al que montarse para volver a competir de algún modo, pero no hay tantas monturas de calidad disponibles. Su disposición para dirigir la FIDE tampoco parece que tenga demasiado futuro. Quizá tenga que regresar a pie.

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